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La diferencia entre reencarnar y renacer.
Estos dos términos parecen ser lo mismo pero no lo son.
La idea del karma, de reencarnar, de que cuando uno se muere físicamente vuelve a esperar un tiempo para entrar en otros cuerpos donde irá depurando las ideas y conductas negativas que pueda tener, parecen estar un tanto en conflicto con la idea de Dios de la resurrección expresada en los principios bíblicos..
Este proceso del Karma señalaría que el hombre tiene que, “por su propio esfuerzo”, alcanzar unos grados de depuración o mejoramiento espiritual para poder lograr alcanzar el nivel de depuración necesario en que ya no va a tener que volver a reencarnar otra vez.
Por este medio parece manifestarse que esto se logra por medio del esfuerzo personal, sin tener necesidad de ayuda externa de fuerzas superiores a él que lo estimulen en ese sentido.
Si analizamos las escrituras, vemos en múltiples pasajes que Dios señala que para que el hombre pueda alcanzar los grados necesarios para ser considerado como una criatura de Dios tiene que ser “movido” por el “Espíritu Santo de Dios”, para entonces llegar a ser Hijo de Dios. (Ro 8:14) Nacido a una nueva vida en el mismo cuerpo anterior, pero con un espíritu diferente. No con un cuerpo diferente y con el mismo espíritu.
No realiza un cambio de cuerpo, sino un cambio de espíritu donde se establece la verdadera diferencia.
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Esto quiere decir que si el hombre no hubiera recibido los elementos: vamos a llamarles evolutivos o perfeccionantes, santificantes o como quiera llamársele, encerrados en la palabra de Dios el hombre estaría todavía en el nivel más bajo de su naturaleza, porque no habría podido avanzar; ya que las experiencias, que generalmente son el producto de las tribulaciones y sufrimientos, le volverían más amargado, más taciturno, y no podría encontrar el camino certero, hundiéndose, cada vez más, en sus temores y frustraciones.
Ejemplo de esto lo podemos ver en las regiones adonde no ha llegado la palabra de Dios, donde el hombre vive aún en el mismo estado salvaje y primitivo de la antigüedad, motivado sólo por sus apetitos, “comiéndose los unos a los otros”.
Sin embargo, Dios proporcionó, “por medio de los hombres que estaban seleccionados para eso”, la idea, o los conceptos espirituales que hacen que la condición humana cambie totalmente.
Esto es la entrega de un nuevo espíritu que cambia la naturaleza del cuerpo existente.
En vez de estar el hombre motivado por sus instintos, por sus deseos, por su intención elemental, éste empieza a estar motivado por “esos principios o conceptos,” haciendo que cambie su formación a impulsos de esos preceptos de grandeza espiritual que logran prender y luego enraizar en su imaginación y que le brindan una esperanza de vida diferente.
Este nuevo sentimiento, que la fe señala como “producto del Espíritu Santo”, hace que el hombre, “sin necesidad de que el cuerpo muera”, éste nazca a una nueva vida.
Es un renacer en el orden espiritual, lo cual es completamente diferente al hecho de que el hombre muera físicamente, que pierda su cuerpo material, para entonces volver a nacer o reencarnar en otra existencia, otro cuerpo físico, donde, dicho sea de paso, si no tuviera los elementos positivos que Dios le suministra al hombre para que éste pueda comprender sus errores, y mostrarle la naturaleza de su conducta, en fin todos los errores que le han hecho obrar como un ser malvado, éste no podría salir de ese estado.
Con esta nueva visión de las cosas, aquel que fuera un individuo motivado por sentimientos egoístas, preocupado solamente por su propio bienestar, comienza a formarse con una nueva manera de ser.
Una nueva persona surge de la anterior y aquella naturaleza que movía sus acciones en un sentido degradante y deprimente, comienza a moverse hacia nuevos sentimientos afectivos y de cordialidad, que aunque de principio sea motivado primero intelectualmente, que luego, poco a poco, esto se vaya convirtiendo en una nueva expresión de su sentir.
Nacerá una nueva criatura. Se desarrollará un nuevo hombre, que sustituirá al anterior, siendo una resurrección de su naturaleza original, a imagen y semejanza de Dios, y no una reencarnación de su condición semejante a la del animal.
Con este cambio no habrá necesidad de que muera ese cuerpo físicamente para que uno nuevo sea manifestado, en un paso más avanzado, que quieren llamar Karma, que en realidad sería aún más atrasado, pues sería una nueva experiencia de la naturaleza material, más refinada y por ende más cruenta y egoísta.
Con el estímulo espiritual de los ejemplos nacidos de los instrumentos seleccionados por Dios para manifestar la condición humana, se manifiesta una nueva criatura con una intención estimulada hacia nuevos grados de comprensión y afecto hacia el amor fraternal que debe primar en todo lo creado,
Esto está claramente visible en la verdadera naturaleza del amor que reclama la armonía universal manifestada en el equilibrio perfecto de todas las partes suspendidas en las leyes que las mantienen equilibradas en un “Todo” absoluto e infinito.
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