Levíticos19:2
Habla a toda la congregación de los hijos de Israel, y diles:
Santos seréis, porque santo soy yo el Señor Dios vuestro Dios.
Esta es tal vez una de las más importantes aseveraciones de la Biblia.
Con ella se establece la verdadera identidad del hombre en su marcha hacia el principio
establecido por Dios que debía señalar el propósito que se hizo patente en el día de la creación
cuando se dijo:
- "Entonces dijo Dios:
Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza" (Génesis 1:26)
- " Y creó Dios al hombre a SU imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. (Génesis 1:27)
La condición humana no está señalada para ser a imagen de Dios solamente,
sino también a Su semejanza.
La imagen es la copia de algo sin tener las cualidades de la cosa que se copia.
Es solamente una reflexión de lo que se ha copiado para tener una idea de ello.
Pero la semejanza es la igualdad absoluta que se manifiesta en la igualdad o semejanza.
Es importante notar que hay dos narraciones de la creación del hombre.
Esto nos demuestra que la apariencia del hombre, en su forma actual,
es solo imaginaria y que el proceso que la promesa señala es que el hombre debe alcanzar
SU semejanza, semejanza de Dios.
La semejanza que reclama en Levíticos 19:2.
Para esto Dios proveyó la ruta llamada la raíz santa y seleccionó los hombres que habrían de
mostrar la forma de lograr ese propósito
Cada uno de ellos fue un vaso escogido para alcanzar el reposo, (Shabat).
Reposo, no del cuerpo, sino del alma. Vivir movido por el Espíritu Santo.
Espíritu de santidad que le permitirá redimir los caminos erróneos abriendo la puerta de la ciudad
celestial,
Jerusalén, la de arriba.
La altura espiritual que no está visible ante los ojos que no ven la presencia
de Su luz reflejada en los elegidos para ese fin.
Al decir que el hombre debe ser santo, no se debe pensar en la imagen de santidad que la tradición religiosa sustenta actualmente.
Esta imagen de santidad que se reclama no es una forma material, sino una condición espiritual.
Es el momento donde el hombre deja de ser motivado por sus impulsos y sus pasiones carnales para ser movido solamente por su naturaleza espiritual.
Sus aspiraciones no estarán dirigidas al logro de su beneficio personal, sino a alcanzar un ideal
de perfección (cualquiera que este fuere) demostrando formas superiores de ser,
persiguiendo una condición superior a la que sustenta en el presente, aunque esta esté errada.
La santidad es la copia perfecta de un sentimiento ideal.
Es una semejanza absoluta de la condición deseada.
Cuando se persigue una condición ideal, está obrando en el hombre un sentimiento de perfección que
podemos catalogar de suprema aspiración.
De ello es la sustancia de todos los que han logrado legar a la humanidad bondades superiores
a las vigentes antes de recibir dicho ideal o principio.
Ello, señala que existe una condición superior, latente en esencia indescriptible, que irradia al
hombre y le hace abandonar toda sensatez humana, para entregarse plenamente al logro de dicha
aspiración o mandato superior a sus temores y cuidados.
El logro de ese principio lo eleva al rango de SANTO(elevado) (perfecto) (semejante al hálito Supremo)
La santidad está sujeta al nivel que se sustenta, donde cada cual es perfecto de acuerdo con su generación al estar obrando movido por su sentimiento más elevado, producto de su ideal, esencia espiritual que Dios concede por medio de SU presencia invisible en la mente de SUS elegidos.
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