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Potencia de la fuerza invisible
La idea de Dios y sus principios guardan una fuerza imbíbita que opera invisiblemente dentro de los que están inundados de ella.
Después de experimentar sus resultados, podremos ver estos como una esperanza y un aliento a la práctica del ideal que todo hombre lleva en su seno para beneficio y disfrute de sus semejantes. Derivándose de esta práctica veremos las bondades que Dios otorgó a los que reciben los impulsos de esa fuerza ideal, así como la satisfacción de quien lo lleva a la práctica.
De esta forma, no hay nada que se oponga a la realización de los planes que se hayan envueltos en una intención cualquiera proveniente de la fuerza divina que Dios administra.
El funcionamiento ideal del espíritu del hombre no está determinado por los logros materiales que él obtiene, ya que éste puede poseer el mundo y todas sus riquezas y sentir aún la angustia y el sufrimiento que produce la frustración de un espíritu inválido y tarado en sus aspiraciones.
Por eso se dice que el hombre está llamado a servir a Dios, y la forma de servirle está determinada por la manera en que alguien es más útil a Su obra.
Cuando el hombre sigue las indicaciones de su ideal y pone en práctica los talentos que Dios le ha otorgado, todos los impedimentos han de ser derribados, y al final se ha de manifestar aquello en lo que se tiene fe. Pero fe en lo positivo de las cosas de Dios, que es la voz que llama desde la conciencia a actuar de acuerdo con "El Espíritu".
Todo aquello que se oponga a esta manifestación suprema será, a su tiempo, derrotado ante el empuje de una fe firme en lo que se persigue.
Para comprobar la veracidad de esta fuerza no se puede obrar a medias en el sentido de lo que las aspiraciones espirituales de cada cual reclaman. Hay que poner en práctica dicho ideal y brindarle toda la fuerza de una hembra emocional que hará que la criatura íntima se manifieste. Esta hembra será la voluntad férrea y las experiencias que se desprendan de los logros así como de los fracasos que vayan surgiendo en el camino a impulsos del semen divino.
No ha habido ninguno de los hombres que realizaron y alcanzaron grandes hazañas y logros en el género humano, que no hayan demostrado tener el ahínco y la decisión firme de alcanzar lo que perseguían antes de llegar a parir su obra para la humanidad. Ellos mantuvieron vivo su espíritu para donarlo a las generaciones siguientes que le precedieron y que han seguido sus pasos en ese sentido, movidos por el mismo ideal de la fuerza que se desprende del amor construyente que ellos manifestaron para nosotros.
Sigamos sus pasos y demos vida a la fuerza divina en nuestro corazón.
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