¿Que pasos hay que dar para poder tener conocimiento de las cosas de Dios?
- El primer paso, y por lo tanto el más importante es la fe. En la fe está incluido todo. Aunque no se hallen presentes todas las respuestas, la fe complementa la incógnita que pueda existir en cada intento.
- El segundo paso es la dedicación absoluta a lo que se anda buscando. De manera que nada puede apartar de la mente el intento primordial de que lo que se persigue es lo único que realmente vale la pena alcanzar.
- El tercer paso y definitivo es la entrega total e inamovible a lo que se busca. Cada acción, cada esfuerzo, debe llevar implícito el logro de lo que se persigue.
Estos tres pasos, conforman la escala perfecta para la unión de nuestra alma con Dios.
Sin el primer paso, que es la fe, no se puede emprender nada.
Todo cuanto se presenta ante nosotros parece insalvable y difícil.
La condición humana está basada en la ley del menor esfuerzo. De ahí que siempre se busca lo más fácil y se desecha lo que parece difícil ya que, inconscientemente, lo desechamos, por innecesario. Esto hace que se busque la comodidad y el ocio como factores fundamentales de toda intención.
La visión de las cosas se turba y no se puede ver el verdadero propósito de la efímera existencia que inexorablemente trasciende ante nuestros ojos, casi sin darnos cuenta, hasta el momento en que vemos que el final está presente y que el tiempo que nos ha sido entregado se acabó. Ante nosotros aparece la cruda realidad. Todo lo que hemos hecho y lo que hemos considerado importante lo dejaremos atrás. Nada podremos llevarnos a donde vamos.
Entonces surge la visión del segundo paso, que hasta ese momento tal vez no pudo ser analizado debidamente.
¿Hay oportunidad de ganar el tiempo perdido?
La búsqueda es más beneficiosa cuando se cuenta con la experiencia de los errores cometidos y los dolores del error manifestado en la ansiedad y el desasosiego de lo no alcanzado.
Una nueva visión se hace perceptible y hay que entregarse completamente a ella. Un hombre sin tener la esperanza de un ideal elevado es como un río sin aguas cuyo fondo es sólo polvo.
Cualquier ideal, no importa el que sea, es como un torrente de aguas que baja de la montaña y hace que el río vuelva a ser río y transmita vida a su alrededor en todo lo que toca. La idea de Dios encierra todos los ideales en uno solo y definitivo.
Los ojos se hacen al mundo como una inquieta rama que busca donde posarse para dejar su fruto. El momento de entregarse está presente y hay que tomarlo sin dejarlo pasar.
- ¿Qué esperamos de la vida?
- ¿Dónde está la respuesta a nuestras incógnitas?
- ¿Qué razón hay para que todo cuanto nos rodea exista?
- ¿Qué hay después de esto que llamamos la vida y que está regida por la muerte?
Las respuestas solo se logran después de poner en práctica el tercer paso de la búsqueda de Dios, "la entrega absoluta".
Sin este último paso, nada puede ser descubierto. Definitivamente nada se puede aceptar sólo intelectualmente. Todo tiene que ser comprobado personalmente.
Pretender comprender qué es Dios… sin ponerlo en práctica, es como intentar calmar la sed sin beber agua.
Para alcanzar los primeros niveles del entendimiento, hay que empezar nuevamente por el primer paso, la `FE.
"La fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve."
Para alcanzar lo que se espera, hay que entregarse plenamente a ello. ¿Cómo lograr ver los resultados de una cosa, si no se practica? Preguntas como estas se presentan:
" - ¿Puedo vivir sin mentir?
¿Cómo saberlo, si no nos hacemos el propósito de no mentir y lo cumplimos?
- ¿Puedo entregarme a los demás sin ser agredido y recibir abusos en pago?
¿Cómo podemos saberlo si no nos entregamos y ponemos en práctica la convicción de que Dios es el que otorga y no el hombre?
- ¿Puedo ser semejante a Jesús?
¿Cómo saberlo si no lo intento?
Como estas son múltiples las preguntas que se nos presentan día a día. Sólo siguiendo la simple regla de tres con que iniciamos esta meditación podremos comprobar, antes que llegue el momento en que se nos reclame la razón de nuestra existencia, que no hay nada que tenga valor en la vida, más que nuestro encuentro con Dios y la unión de nuestra alma con la presencia inefable de Su Espíritu Santo, que como agua de un manantial inagotable riega nuestra existencia con el frescor de su esperanza de vida.
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