|
|
| |
¡Heme aquí" |
Dios, mostrándonos al hombre que se desvía, y dándole preponderancia temporal, nos da a entender que el concepto religioso actual, que está siendo grandemente visto con una mentalidad mundana, no tiene las condiciones propicias para la tarea que se le tiene asignada. Que necesita las correcciones que provienen de las alturas para alcanzar el nivel que es necesario escalar.
Así nos da a entender que el hombre está, en una situación de deficiencia con relación a alcanzar el proyecto que se le tiene asignado y está inclinado a cometer las faltas de intentar mirar la zarza ardiente del mundo actual y ser consumido en el intento de descifrar las marañas mundanales involucrándose en ellas para encontrar las causas, en la misma forma que lo hizo el rey Salomón en la Biblia, que queriendo probar las cosas mundanas perdió su sabiduría entonteciéndose y perdiendo la casa de David, símbolo de la condición humana de perfección para el hombre.
Por eso Dios se está mostrando como en una zarza ardiente,
`
Con ello nos está dando a entender que todos los tropiezos y dolores del mundo son obra suya y que han sido puestos, no como castigo, sino para un propósito definido y que no es del hombre descifrar la incógnita por medio de pretensiones personales, sino para que escuche la voz de su espíritu, que sale de en medio del clamor de los que sufren y padecen por la ignorancia de sus aspiraciones mal fundadas.
Estos ejemplos sólo han sido establecidos como muestras negativas de perdición. Puestos por Dios para mostrar los resultados de la pérdida de la condición humana que ha olvidado, o desconoce, el propósito fundamental de "amarse los unos a los otros".
Un amor sin distingo religioso. Sin condición alguna que pueda diferenciar externamente al hombre, ya que en lo interior todos somos iguales, nacidos de la misma fuente y con la misma potestad del padre de las luces.
Es necesario que el hombre demuestre su capacidad para el fin que tiene asignado y que responda: ¡Heme aquí!, que es como una forma de entrega absoluta a una causa.
Como determinando que se está integrado al llamado en cuerpo y alma, como lo ordena el mandamiento establecido en los lomos de la criatura humana que debe manifestarse de acuerdo con el patrón original de ser todos miembros de un mismo cuerpo espiritual donde ha de depositarse el Espíritu de Dios en el corazón y la mente del hombre.
La respuesta de Dios ante el sufrimiento humano se hace manifiesta para todos los que van a emprender el camino de mostrar la llamada "tierra prometida" al hombre, que solo es en realidad el lugar común para el hombre como el pueblo de Dios, ya que fue Dios el que lo hizo.
Dios señala al hombre que no se mezcle en la perdición mundana, señalada en la Biblia como la "zarza ardiente que no se consume" y posteriormente como la bestia que habla como cordero pero cuyas entrañas anida los más bestiales sentimientos.
Que, por el contrario, que permanezca en la posición en que se encuentra con relación a Su espíritu, ya que de esta manera está en la posición privilegiada de ser exponente del Espíritu Santo de Dios para el hombre.
Que no enlode sus caminos con el polvo de otros rumbos malsanos.
Estos tormentos y tribulaciones que la humanidad padeció, padece y seguirá padeciendo si persiste en su actitud indiferente a su condición humana, permite ver claramente la profundidad de las cosas de Dios.
Condiciones que han sido establecidas para todas las épocas y para todos los niveles del espíritu.
Desde el hombre más elemental, que ve las cosas desde el punto de vista más simple, hasta el de las interpretaciónes más sublimes.
La condición suprema está siendo reservada para los seres más elevados que puedan encontrar respuestas diferentes con significados más elevados, de acuerdo con la capacidad que Dios irá colocando en sus mentes en la medida en que se vayan acercando a la perfección de la obra de Dios.
Dios está corrigiendo los errores del hombre. Lo hace para que éste busque la sombra cálida del amor fraternal bajo un mismo Padre de amor, misericordia y justicia que le llama a su lado para toda la eternidad.
Dios espera escuchar el ¡Heme aquí! del hombre que se dispone a luchar contra su naturaleza bestial, para cambiar su condición de siervo a la de hijo por medio del Espíritu Santo de Dios injertado en su corazón y en su mente.
|
|