Crisis de la juventud.
Por: Salvador Levy
 La juventud de hoy está enfrentando el mayor reto de la historia en lo que respecta a su evolución espiritual. Todos los valores éticos, morales, sociales, y espirituales han sido puestos en la picota pública y se han echado por tierra todas las instituciones que le dieron al hombre el átomo de conciencia que disfrutaba antes de la avalancha de elementos materialistas que hoy pugnan por retrotraer al hombre a su condición animal, negándole su grado superior de conciencia como humano.
La emulación ha sustituido a la evolución. La lucha actual no es por la superación personal y el evolucionar hacia grados superiores de la conciencia, sino que se lucha por emular y vencer a los demás para demostrar que se es capaz de vencerlos.
La educación fue sustituida por la instrucción, donde se enseña como ser más poderoso y obtener mayores bienes de consumo, en lugar de mostrar la forma de ser mejores y poseer mayores valores espirituales.
Los jóvenes de hoy no tienen héroes hacia donde dirigir su visión, ya que las nuevas figuras son grandes personalidades del mundo financiero, artístico, deportivo, que han sobresalido no por sus valores humanos, capaces de influenciar a las nuevas generaciones hacia estados más evolucionados, sino que se han distinguido por ser superiores materialmente, y han logrado amasar grandes fortunas, que en la mayoría de los casos sirven para su propia perdición y degradación en vicios y drogas que les haga olvidar sus culpas y rencores.
Las carreras actuales están dirigidas en el sentido económico y el esfuerzo de la juventud está orientada en ese sentido. La mayor parte de los jóvenes aspiran a ser millonarios y retirarse jóvenes para disfrutar de los placeres materiales que se le presentan como un torbellino arrebatador de todo intento de elevación espiritual y humana.
Las instituciones como la familia, el matrimonio, la sociedad, etc., son solamente contratos que se hacen con el deseo de obtener ciertas ventajas y beneficios. Los verdaderos valores encerrados en estas instituciones han perdido su fortaleza. Actualmente cuando se emprende el camino del matrimonio, la creación de un hogar etc., se hace basado en principios materiales y no en elementos espirituales de crecimiento, de evolución, de generación de nuevas sociedades de mayor alcance espiritual.
La juventud en estos momentos no tiene un derrotero definido.
Cuando sale de sus hogares, que en muchos casos no son los de mejor ejemplo para ellos, acuden a las escuelas y en esos centros de estudio lo que encuentran es el reto de enfrentarse a la vida y tratar de obtener la mayor cantidad de beneficios materiales que le sean posibles.
Luego el deseo de satisfacción de los placeres carnales que son glorificados como el "Non plus ultra" de la creación, les hace pensar que solo existe el buscar y tener contactos con el género opuesto para disfrutar del placer sexual. No se manifiesta el deseo de establecer una relación formal que pueda conducir a la creación de un hogar con todos los beneficios y las bondades que ello produce.
Hoy vemos a los jóvenes vagando frustrados, con aspecto decadente, vegetando en los lugares más deprimentes que puedan existir, buscando la satisfacción personal y el placer en una entrega inútil y perniciosa. Hasta que más tarde, cuando encuentran que eso no es lo que su alma ha deseado, o cuando no han podido vencer los obstáculos materiales que le impiden alcanzar lo que otros parece haber alcanzado, se produce en ellos una frustración, un deseo de venganza, de tormento, y de desesperación, siendo entonces movidos por los peores elementos filosóficos que en estos momentos están primando en la humanidad.
El materialismo ha logrado sembrar sus raíces dentro del género humano, y en sus ramas sólo hay un fruto. Una simiente destinada a minar las bases de la sociedad actual para que no se produzca otro producto que no sea el que ellos cosechan.
Es como la hiedra que va arrastrándose y ahogando el crecimiento de cualquier cosecha que no sea la que ellos persiguen, castrando la posibilidad de crecimiento de elementos que puedan ser útiles al género humano.
¿Cuál es la esperanza que tiene ante sí la juventud de hoy?
La condición de enfrentarse al mundo; tratar de obtener la mayor cantidad de beneficios posibles personales; destacarse, no por su condición personal ni por sus valores intelectuales y humanos, sino por su aspecto externo y astucia y osadía para la maldad. Se llenan de tatuajes, utilizan vestimentas estrafalarias, tratan de sobresalir y ser diferentes a los demás, no en una forma positiva, sino de una forma negativa.
En estos momentos los valores que verdaderamente tienen una fortaleza específica, son aquellos que hacen que el hombre sea superior a todos los que le rodean y que todos sientan el deseo de copiarle y no precisamente copiar los mejores sentimientos que tienen, sino lucir aquellas vestimentas, aquella conducta. Ahora los que son ricos de la noche a la mañana, que han tenido contacto con esos bienes con extrema facilidad los emplean en las peores circunstancias, siendo elementos de degradación, de podredumbre inmisericorde, de lo peor que puede ocurrirle al género humano.
Así vemos como el gran océano materialista se proyecta contra la tierra prometida y trata de destruir las barreras y llevarse las techumbres de los que se cobijan en esta tierra de pobres esperanzas Es como si fuera una gran tromba marina que quiere llevarse todo lo que encuentra a su paso. Así, la juventud con su carga de frustraciones sigue avanzando a ciegas sin tener un rumbo definido, sin tener un ideal con miras humanas y fraternales.
Por otra parte, algunas religiones que supuestamente debían brindarle al mundo el mejor de los ejemplos, se refugia en sus templos, en sus iglesias, en sus sinagogas, en sus mezquitas, etc., y desde ahí dentro rumian sus aletargadas aspiraciones de un reino fuera de este mundo, tratando de forzar a los demás a que sean como ellos son, cuando en realidad ellos mismos, a veces, no son los mejores ejemplos a captar.
La comercialización de la religión, en muchos aspectos, hace que veamos esas manifestaciones milagreras, con la serie de captaciones de elementos frustrados que andan vagando por el mundo y que se agarran a cualquier tabla de salvación con tal de no perecer ante los embates del Leviatán materialista y que una vez dentro de ellas vociferan contra el mundo condenándole al castigo que ellos mismos van creando.
Hoy las religiones enfrentan un reto de grandes proporciones, tal vez el más grande desde su fundación. Hoy deben olvidar las diferencias rituales y en vez de luchar y pelear entre sí, deben poner todo su esfuerzo en presentar ejemplos de amor y de fe para que puedan ser copiados por los que no tienen una esperanza en la vida. Las religiones tienen una importante tarea que cumplir y desarrollar buscando a las almas perdidas que no tienen una fe cualquiera. No importa la religión que sea, su predicado de amor no le puede permitir salir a combatir sino a ejemplarizar. No debe tomar la espada, sino la justicia; como lo predicó el maestro supremo. Debe brindarle a la juventud el ejemplo que esta necesita y que cada día le es negado por los que solo piensan en la salvación personal.
Esos no son los verdaderos caminos trazados por aquellos que dieron sus vidas por traer al mundo el ejemplo glorioso de un solo Dios de amor para todos los hombres, de fraternidad de crecimiento espiritual, de conducta llena de amor, para que sirviera de soga de salvación para aquellos que naufragan y perecen en las aguas terribles del materialismo dialéctico y mundano.
Hoy la juventud recibe una instrucción de gran valor material y que le convierte en un feroz gladiador en la arena mundial de los bienes de fortuna.
En cambio la educación ha cerrado sus puertas y permanecen selladas por los que, amparados en la libertad de expresión, clavan trancas de opresión en la aspiración hambrienta del corazón del hombre.
Esta muralla de falsos principios materiales que predica un paraíso de placer y satisfacción corporal impide la entrada de nuevos vientos que refresquen el panorama velado de los que ciegos y entontecidos siguen a los nuevos héroes y apóstoles del nuevo mundo, los ricos materiales, donde el ciego es rey y el que mira es vaciado de sus niñas para que no pueda ver lo que acontece a su alrededor.
Solo la fe y la esperanza en un Dios supremo puede abrir los sellos del desencanto por medio de la ejemplarización de los principios fundamentales que recibiéramos de las alturas.
"Amarás a tu Dios con todo tu corazón con toda tu alma y tu mente y a tu prójimos como a ti mismo."
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