Fe contra fe conduce a incredulidad
El valor más importante que puede tener cualquier principio, ideología, filosofía o religión dentro de sí es el poder de la fe que se sustenta en las mismas.
La fe es la riqueza más preciosa de cualquier ideología y la base de la existencia misma.
Ahora bien, existen religiones o doctrinas que no tienen suficientes valores espirituales propios como para instituir la fe en sus fieles más avanzados.
Entonces la fe que contienen alcanzaría sólo para aquellos fieles de escaso nivel intelectual o espiritual, que subsistirían con estas prácticas aceptando la fe simple que ellas predican como suficientes para calmar sus inquietudes espirituales menos exigentes.
Es por esto que existen tantas formas religiosas.
Cada una de ellas está orientada al grupo de hombres que tiene los mismos niveles que estas doctrinas predican, sintiéndose satisfacción en esta fe más elemental y simple, siendo útiles en la medida de sus posibilidades..
No cabe duda que toda forma religiosa tiene su razón de ser en la creación, ya que de acuerdo con el nivel o la necesidad espiritual de cada ejemplo que el hombre practica éste necesita su compensación o aliento.
Todas las leyes del Universo están establecidas en forma de una balanza, donde unas fuerzas sostienen a otras produciendo el equilibrio total. De esta forma ninguna de las partes recibe más estímulo que el que realmente necesita, ya que esto lo sacaría de balance produciéndose el caos.
La forma de control del Universo se rige por esta base.
De la misma forma Dios ha señalado que el hombre sea como una espiral ascendente hacia lo perfecto por medio de las fuerzas diversas que lo mueven en ese sentido, unas hacia abajo, y otras hacia arriba, en un equilibrio armónico que sostiene toda la columna girando sin perder ni uno sólo de los pasos que tiene señalados para ascender la empinada cuesta.
Nada es inútil, todo es necesario y complementario. Los errores y los aciertos tienen la misma razón de existir de acuerdo con la finalidad que lo perfecto persigue. La comprensión de estos factores hace la visión más amplia para el logro de la altura máxima, desde donde se puede derramar las necesidades que los niveles más bajos necesitan.
Los más avanzados no deben combatir contra los menos aptos.
El ejemplo de un justo, vale más que todo el esfuerzo de cualquier imperio.
El que sabe debe demostrar su saber por medio de sus habilidades puestas en práctica. Debe transmitir su sabiduría al que no sabe para que éste alcance su misma altura y ambos sirvan de sostén común del eje central que los sostiene.
Una religión no debe combatir contra otra religión, sino que debe demostrar sus valores para probar su condición imbuyendo su fe a los que observan los aciertos de la misma.
Son más los que no tienen fe de valores espirituales que los que por lo menos tienen algunos principios basados en cualquier fe o forma religiosa.
Hay que, antes de nada, buscar a los que no tienen religión alguna para mostrarles una forma de la fe (por muy simple que esta sea) para que esto haga que emprendan la subida.
Una vez en el camino, todos hallarán las respuestas que vienen de las alturas verdaderas.
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