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DE LA MORAL RELIGIOSA
Se necesita un cambio en la interpretación religiosa de la sociedad moderna.
Hay que cambiar las miras actuales dirigidas a lo externo. Aquello que está señalando seguir los elementos tradicionales de externa manifestación como si estos fueran la fuente de la vida, ya están caducos.
En realidad la sociedad actual está viciada por la falta de elementos espirituales con relación al sentimiento de los verdaderos valores.
La caridad y la misericordia parecen ser un acto de lástima y de depuración de culpas internas, y no un sentimiento de consideración al dolor ajeno.
La prédica de cumplir con los rituales como paga por el pecado, está perdiendo su vigencia alentado por la interpretación de las "nuevas doctrinas sociales".
La moral íntima exige una comprensión más profunda de nuestros errores y una rectificación de los mismos. Es necesario crear un sentimiento de compasión fraternal, donde los verdaderos valores se demuestren con el ejemplo y no sólo con la donación de limosnas materiales.
Hay que acabar de entender que nada de lo que tenemos nos pertenece para siempre. Todo nos ha sido adjudicado por las circunstancias; llámesele Dios, el destino o lo que se quiera, y por ello, "no podemos dar lo que en realidad no poseemos".
Sólo por medio de una conciencia renovada, y una conducta acorde con ella en el sentido espiritual, se puede lograr el cambio de los valores actuales.
La verdadera religión no es la que se practica en los templos que edificamos materialmente, sino la que se demuestra en el fortalecimiento espiritual del templo de nuestro cuerpo. Levantando un altar de conciencia depurada, lista para dar los sacrificios de conducta que exige nuestro verdadero ser interno.
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Es necesario predicar los valores verdaderos de la honradez en el Espíritu de Santidad que Dios otorgó al mundo por medio del hálito de vida y por Su elección.
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No sirven palabras ni gestos de aparente moralidad.
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No cuentan las posturas beatíficas ni la afectada humildad para lavar la mancha de nuestra conducta animada por el deseo insatisfecho de las cosas materiales que nos rodean.
La instrucción, en la forma en que hoy se administra, sólo puede mejorar la condición material del hombre. Únicamente la educación intensa de los verdaderos valores, dirigidos hacia la fraternidad y al amor comunal, pueden hacer renacer en el hombre la imagen verdadera de Dios.
Estos tiempos actuales son el ejemplo del liberalismo material que ha echado raíces profundas en la condición humana, haciendo pensar que lo más importante es el sustento de nuestra casa y la manutención de nuestros allegados.
La carrera precipitada hacia los bienes de consumo ha echado un velo ante los efectos que ello produce en nuestra conciencia para que no notemos la falta de conciencia realmente "humana". Se echan por tierra los valores afectivos, morales y éticos con tal de poder conseguir lo que ambiciona nuestro cuerpo.
Nuestra mente, infectada por estos reclamos degradantes de la sociedad de bienes de consumo que reina actualmente, aparece alienada por el vaho de las ambiciones que sólo piensa en la ganancia personal sin medida moral ni ética.
Casi no queda quienes se detengan a pensar en la necesidad de cambio que esta sociedad necesita, ni de mostrar la verdadera imagen de Dios por medio de la conducta personal.
Se muestra a Dios, como un ente indiferente y mezquino, al que sólo le interesa que le construyan templos para que le adoren y que le levanten pagodas y santuarios donde lo divinicen, alejándolo así, cada vez más, de nuestras vidas.
Se hace donaciones para construir iglesias y santuarios. Se edifica hospitales para curar las enfermedades del cuerpo, que en la mayoría de los casos son el producto de los desafueros y la inconciencia; pero nada se hace por crear instituciones y escuelas, o universidades que promulguen y brinden maestría en la "armonía universal" y el amor al prójimo. Se necesita lugares de estudio donde se aprenda, "como si fuera una asignatura de necesidad imperiosa para la vida", la imagen de Dios en su verdadera esencia.
Cuando se construye escuelas, se hace para instruir ciencias materiales, no para educar concordia y fraternidad espiritualista.
Si se levantan templos son para adorar y pedirle a Dios ayuda para lograr la satisfacción de nuestros propósitos, en vez de hacerlo para escucharle y ofrecerle el sacrificio de nuestras vidas; copiando la imagen de amor y misericordia que nos legó por medio de sus ejemplos de santidad en las escrituras.
Es necesario comprender que "YA LLEGÓ LA HORA DE CAMBIAR LA MORAL RELIGIOSA". "No la palabra de Dios", sino la interpretación acomodaticia que se hace, mostrando a Dios como si fuera un SER indiferente que reclama culto y adoración a su imagen como imagen de hombre.
Hay que buscar al Dios interno que llevamos en el corazón y que no se encuentra en otra parte que no sea en lo profundo de nuestro ser.
Sólo cambiándonos nosotros, podremos cambiar el camino que conduce a Su presencia.
Los corderos oyen la voz del pastor, que les dice:
¿Qué pasa con el hombre que ensordece su conciencia?
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