En cierta reunión en la misión, Albert Schweitzer discutió acerca de
unos textos bíblicos con alumnos africanos. Cuando llegó la parábola del Buen
Samaritano, preguntó a los jóvenes con las palabras de Jesús:
"¿Quien os parece que ha sido el prójimo de aquel a quien
habían maltratado los bandidos?"
La respuesta fue espontánea: "¡Tú, Doctor!"
¿Quién es ese hombre al que se había respondido así?
A la entrada de la pequeña ciudad medieval de Kaysersberg, en Alsacia,
se halla una casa coronada por una pequeña espadaña, que sirve de centro comunitario a
la iglesia evangélica. Junto al ingreso hay una inscripción: "Casa natal del Dr.
Albert Schweitzer - 15 de enero del 1875".
Pero la verdadera patria de Albert Schweitzer es Gunsbach, en el valle
de Munster, donde seis meses antes de su nacimiento su padre fue nombrado pastor. Allí
pasó una juventud feliz y sin preocupaciones, pero no muy pacífica. Precisamente porque
todo iba bien para él, fue especialmente receptivo para los sutrimientos de los que
otros, próximos o lejanos, se quejaban. Le apenaba, sobre todo, ver cómo los hombres
hacían sufrir a las bestias.
Tal es la razón por la que ante todo se convirtió en el Buen
Samaritano de los animales. Dos textos de Albert Schweitzer nos lo demuestran claramente:
"Yo no podía comprender, y esto ya antes de mi ingreso en la escuela, por qué en la
oración de la noche no se me hacía interceder más que por los seres humanos. De manera
que, cuando mi madre se retiraba tras haberme dado un beso y un afectuoso "Buenas
noches", yo hacía en voz baja una oración suplementaria: "Buen Dios - decía -
protege y bendice a todo lo que respira; preserva del mal a todos los seres vivientes y
hazles dormir en paz".
El segunto texto es el siguiente: "Podía yo tener siete u ocho años cuando se
produjo un accidente que me ha dejado una profunda impresión. Henri Braesch y yo
habíamos fabricado unas hondas con unos elásticos. Una mañana de primavera, uno de los
domingos de Pasión, me dijo: "Ven, vamos a las viñas a tirar a los pájaros".
Aunque tal propuesta me causaba horror, no me atreví a contradecirle por temor a sus
burlas. Llegamos junto a un árbol aún sin hojas y lleno de pájaros que, sin temernos,
cantaban alegremente en la luminosa mañana. Agachándose como un indio en la caza,
Braesch ajustó una piedra en la honda y estiró los elásticos de la misma. Obedeciendo a
su mirada dominante, yo hice lo mismo, con la conciencia torturada pero prometiéndome no
dar en el blanco. Al mismo tiempo sonaron las campanas de la iglesia, mezclando en el
cielo radiante su armonía al alboroto de los pájaros.
Era el primer toque que precedía en una media hora al toque principal. Para mí, fue
como si el cielo me hablara. Arrojé la honda, espanté a los pájaros para alejarlos del
arma de Braesch y corrí a pierna suelta hacia mi casa. Siempre que las campanas de la
Pasión resuenan en el cielo primaveral hacia el que los árboles levantan sus ramas
desnudas, pienso con emoción agradecida en el mandamiento que entonces me recordó
aquella grave voz: "¡No matarás!"
Muy pronto se convertirá en e Buen Samaritano de los hombres Así,
siendo aún colegial, para pro teger a un buhonero judío de lo chicos que se burlaban de
él, tom la costumbre de acompañarlo a tra vés de las calles del pueblo.
Que Albert Schweitzer se hay interesado por la simultaneidad de las dos
confesiones cuando aún n se hablaba de ecumenismo, form parte ciertamente de su acción.
Escribe en sus recuerdos de la infancia: "Mi corazón de niño ya encontraba muy
hermoso que, en nuestro pueblo, católicos y protestantes ce!ebraran sus cultos en la
misma iglesia.(...) Desearia que todas las iglesias de Alsacia comunes a las dos
religiones siguieran así, como prenda, para el futuro, de la concordia religiosa a la que
todos esperamos se deba aspirar, si somos verdaderos cristianos".
Como la familia Schweitzer era muy amante de la música, Albert empezó a tocar el
piano a la edad de cinco años. A los once, empezó con el órgano. Una verdadera
enseñanza del órgano se la proporcionó Eugene Münch. Gracias a él empezó a conocer
la música de Juan Sebastián Bach.
Pero quien ejerce la mayor influencia en la actividad musical de
Schweitzer es el organista y compositor Charles-Marie Widor. Con grau rapidez Albert
Schweitzer es conocido en todo el mundo com° organista de talento. También corresponde a
Widor el mérito de haber orientado a Albert Schweitzer hacia la música de Bach y que
haya escrito, primero en francés y después en alemán, una introducción a la música de
Bach que sigue siendo en nuestros días un verdaderO punto de referencia.
La música, para él, no es sólo un placer personal y un fin en si
mismo. Gracias a sus conciertos de órgano puede sufragar los gastos necesarios para sus
estudios y, después, para el funcionamiento de su hospital de Lambaréné.
A los dieciocho años, Albert Schweitzer emprende sus estudios de
teología y de filosofía en la Universidad de Estrasburgo. En 1898, pasa su primer examen
de teología; después, tras una estancia en París y Berlín, durante el año 1899,
obtiene su doctorado sosteniendo una tesis sobre la filosofía religiosa de Kant. Y ese
mismo año llega a ser predicador en la iglesia de San Nicolás de Estrasburgo.
Además de esas actividades, se concentra en el estudio del Nuevo
Testamento. E1 21 de julio de 1900 obtiene el grado de licenciado en teología con un
estudio sobre el problema de la Cena; y en 1902 es agregado a la Facultad de Teología de
la Universidad de Estrasburgo con un estudio sobre el "Misterio del Mesianismo y la
Pasión de Jesús".
En su nueva actividad de profesor, se dedica esencialmente a Jesús y a
Pablo. Esos trabajos se concretan en las siguientes obras: "La historia de las
investigaciones sobre la vida de Jesús" y "La historia de las investigaciones
sobre San Pablo".
Así consigue convencernos de que la fe cristiana debe concretarse en
la práctica como un principio de vida si quiere merecer ese nombre.
Y la puesta en práctica de ese principio determinará el resto de su
vida.
En octubre de 1905, Albert Schweitzer sorprende a sus padres y a
algunos amigos comunicándoles sus intenciones de empezar en otoño los estudios de
medicina para trabajar más tarde como médico en Africa ecuatorial. Porque hace tiempo
que lleva dentro de sí este proyecto que comienza ahora a realizar. La gratitud por la
felicidad que se le ha dado, lo incita desde el tiempo de sus estudios a vivir para el
arte y la ciencia, hasta que, a sus treinta años decide ponerse enteramente al servicio
de quienes son menos felices que él.
Por entonces, aún no sabía cómo todo aquello iba a realizarse concretamente. Pero en
otoño de 1904, encuentra sobre su mesa un llamamiento de la Sociedad de las Misiones de
París, por el que se recluta a colaboradores para actividades en Gabon. Ahora sabe lo que
va a hacer.
Esta decisión es para él el equivalente de un "sí" al
llamamiento de Jesús a seguirle. En sus pensamientos, escribe: "Cada vez más me
daba cuenta de que no tenía derecho a aceptar la felicidad de mi juventud, mi salud, mi
facultad de trabajo, como dones gratuitos. La intensa conciencia de mis privilegios me
hizo comprender siempre con mayor claridad esta parábola de Jesús, que no tenemos
derecho a retener nuestra vida para nosotros. Quien ha sido colmado de bienes por la vida
está obligado a derramarlos en derredor y en la misma medida. Quien ha sido ahorrado por
el sufrimiento, debe contribuir a disminuir el de los demás. Todos, en tanto que
existimos, hemos de asumir una parte del peso de dolor que gravita sobre el mundo".
Gracias a una autQrización excepcional del gobierno, es a la vez
profesor y estudiante, durante los años que siguieron, en la misma universidad. Porque
durante sus estudios de medicina siguió su actividad de profesor con los estudiantes de
teología. Y al mismo tiempo seguirá siendo pastor en San Nicolás.
En octubre de 1911, hace su examen de medicina. Ha ganado la suma
necesaria para ese examen en el festival francés de música en Munich, donde interpreta
la "Symphonia Sacra " de Widor, bajo la dirección del compositor. Pasa
la primavera de 1912 estudiando medicina tropical. A1 mismo tiempo redacta su tesis de
medicina, dedicada a un "Análisis psiquiátrico de Jesús".
Para los preparativos de su partida al Africa, su mujer, con la que se
había casado el 18 de junio de 1912, le fue de gran ayuda. Gracias a dones obtenidos en
el círculo de sus amigos y mediante conciertos de órgano, consigue reunir suficiente
dinero para montar un pequeño hospital. Cuando todo está dispuesto, propone a la
Sociedad de las Misiones de París encargarse de los gastos del sector médico de la
misión de Lambaréné, en su calidad de médico.
Así comienza verdaderarnente su obra de Buen Samaritano.
E1 26 de marzo de 1913, Albert Schweitzer y su esposa salen de Burdeos
rumbo al Africa. E1 18 de abril, llegan a Lambaréné, donde fueron calurosamente acogidos
por los misioneros.
Lambaréné se halla en la República de Gabón, a unos 40 kilómetros
al sur del Ecuador, a orillas del río Ogoué.
Muy pronto habrá que cuidar diariamente a unos cuarenta enfermos. Al
doctor le ayuda su esposa, que había recibido una formación de enfermera.
La primera guerra mundial pone brutalmente fin a esta prometedora
actividad. Como en esa época Alsacia formaba parte de Alemania, Albert Schweitzer es
considerado en la colonia francesa de Gabón un extranjero enemigo. Al principio se le
permite proseguir en su actividad, bajo vigilancia. Después, se le prohibe del todo.
Esos inesperados ocios le dan ocasión de meditar sobre un problema que
ya le preocupara antaño. La guerra ponía brutalmente en evidencia la decadencia de la
civilización. Ese aceptar un comportamiento inhumano que la guerra implica, mostraba que
los hombres renunciaban a preocuparse del buen comportamiento de cada uno y de una
verdadera sociedad humanitaria.
Consciente de la inutilidad de seguir deplorando la decadencia de la
civilización, Albert Schweitzer se dedica a la búsqueda de nuevas vías capaces de
reformar esa civilización. Haciéndolo, comprende que el porvenir está estrechamente
ligado a la concepción de la vida. Sólo quien dice sí a la vida y al mundo en el que
vive, es capaz de hacer progresar la civilización. Ser positivo para con la vida y el
mundo lleva consigo un sentido ético, es decir, un comportamiento de hombre honesto y
responsable.
En vano Albert Schweitzer buscó durante meses la respuesta a la
demanda de saber cómo el hombre podía conseguir estar de acuerdo consigo mismo y con el
mundo. Durante un largo viaje que emprende en septiembre de 1915 por el río Ogoué, al
crepúsculo del tercer día la expresión "Respeto de la vida" surgió
repentinamente ante el.
Quien medita sobre el mundo y sobre sí mismo observa que cuanto le
rodea, tanto las plantas como los animales y sus mismos semejantes aman la vida
exactamente como éi rnismo. Aquel que ha comprendido esto, debe tratar a unos y otros con
respeto.
Por respeto a Dios, que ha dado vida a cada ser para que pueda cumplir
la función que se le ha conferido, conviene respetar a cada uno y ayudarle a realizarse:
tal es la buena conducta que ha sido prevista para el hombre en sus orígenes. Quien obra
de este modo, obra bien.
Es evidente que la ética del respeto de la vida no se hace eficaz sino
a partir del momento en que la trasladamos de la idea a la práctica de cada día. Albert
Schweitzer no se ha limitado a actuar así él mismo, sino que no ha cesado de recordarnos
nuestros compromisos. Nuestra generación, a la que se le plantea el gran problema de la
protección del ambiente, comprende mejor que las generaciones anteriores hasta qué punto
es actual esta exigencia.
Albert Schweitzer se da cuenta, naturalmente, de que ese principio
básico se halla en contradicción con la realidad. Porque en la naturaleza un ser vive
dependiendo de otro y el mismo hombre no puede mantenerse en vida sino dependiendo de las
plantas y de los animales.
Pero quien se siente comprometido por esta severa exigencia comprende
su responsabilidad. Ya no sentirá prejuicio alguno ante la vida de otro por
despreocupación o por su comodidad personal. Por el contrario, se esforzará siempre por
actuar con discernimiento y conciencia. Cuanto más un hombre edifique su vida cotidiana
sobre tal base, más conseguirá dar un sentido a su vida y a la de su ambiente. Porque en
todo instante habrá de decidir en plena conciencia lo que tendrá que hacer para actuar
bien.
Para Albert Schweitzer es evidente que el respeto a la vida no es, en
fin de cuentas, más que el mensaje que hemos encontrado en Jesús. Por ello dijo:
"La ética del respeto a la vida comprende en sí misma todo lo que cubren las
nociones de amor de devoción, de participación en ei sufrimiento y en las alegrías y de
empeño por el bien". O, simplemente: "La ética del respeto a la vida es la
ampliación de la ética del amor. Es el pensamiento esencial de la ética de
Jesús".
Así pues, Albert Schweitzar es igualmente un Buen Samaritano en el
dominio espiritual. Ayuda a los hombres a dar un sentido a sus vidas, por su dedición a
todas las criaturas y para tomar bajo su responsabilidad sin límites todo lo que vive.
Cuando Schweitzer se vio negar el derecho a trabajar en el hospital,
durante la primera guerra mundial, pasó algunos meses en una casa en Cap Lopez, cerca del
mar; después fue transferido a Francia en 1917 Tras haber pasado por dos campos de
concentración, volvió completa mente agotado a Alsacia, atrave sando Suiza. Cuando por
fin se res tableció, trabajó como asistente médico en el hospital civil de Estrasburgo
y reanudó sus antiguas funciones de pastor en la iglesia de San Nicolás.
En 1920, pasada la Pascua, Albert Schweitzer fue a Upsala en Suecia,
invitado por el arzobispo Nathan Soderblom, para pronunciar unas conferencias en la
universidad de aquella ciudad. Se sucedieron conferencias y conciertos tanto en Suecia
como en Suiza, que le permitieron enjugar las deudas contraídas para el mantenimiento del
hospital durante la guerra. Al mismo tiempo, maduró la idea de volver a Lambaréné.
En 1921 se publicaban sus recuerdos de Africa con el título: "Al
borde de la selva virgen". Los pensamientos que desenvuelve en la obra pueden ser
útiles todavía para la solución de los problemas de ayuda al desarrollo, que hoy se han
hecho tan críticos. También en este terreno Albert Schweitzer es un Buen Samaritano.
En 1922, mientras avanzan sus preparativos para su nuevo viaJe a
Africa, Albert Schweitzer hace la última corrección antes de imprimir las conferencias
que había expuesto en Birmingham sobre "El cristianismo y las religiones
mundiales". Antes de partir, escribe aún la conclusión de su libro "Recuerdos
de mi infancia". En las das obras trata de problemas que son y siguen siendo el
centro de nuestras preocupaciones.
E1 14 de febrero, Albert Schweitzer abandona Estrasburg° y el 19 de
abril vuelve a enContrar se en la Misión, en Andende. Del hospital no queda más que una
pequeña barraca en chapa ondulada y el esqueleto de una de las grandes cabañas en
bambú. Las demás construcciones se habían podrido o se habían derrumbado con el pas de
los años.
Por eso los meses que siguen son dedicados a la reconstrucción. En otoño de 1925, el
hospital puede ya acoger a ciento cincuenta enferm°S y a sus acompañantes. Una gran
hambre y una epidemia de disentería obligan a Albert Schweitzer a trasladar el hospital a
un espacio más amplio. Con el corazón entristecido decide construir por tercera vez un
hospital tres kilómetros más arriba. E1 21 de enero de 1927, se procede al traslado de
los enfermos del viejo hospital a los nuevos edificios. Durante el verano construye otras
casas, de manera que hay suficiente espacio para alojar a doscientos enferrnos con quienes
los acompañan.
Como Albert Schweitzer está felizmente rodeado de médicos y
enfermeras competentes, bien puede el 21 de junio de 1927 tomarse una necesaria vacación
en Europa. También ahora es acaparado por viajes durante los cuales da conciertos y
conferencias. Durante esos ocios, trabaja en "La Mística del Apóstol Pablo",
cuyo último capítulo escribirá durante su viaje de regreso a Lambaréné en diciembre
de 1929.
Como el hospital es ahora conocido en un radio de cientos de
kilómetros, Albert Schweitzer se encuentra de nuevo, en su tercera llegada, frente a
trabajos de construccion.
A finales de enero de 1932, regresa a Europa y el 22 de marzo, en
Francfort del Main, pronuncia el discurso conmemorativo del centenario de la muerte de
Goethe, tras haber obtenido, en 1928, el premio Goethe. Llama la atención sobre el gran
sentido humanitario de Goethe, de este hombre que, tantas veces, en la selva virgen, se la
aparecia como un "sonriente consolador".
En 1949, Albert Schweitzer realiza su primer viaje a los Estados
Unidos. La gran generosidad de los americanos y los dones recogidos en Europa le permiten
iniciar la construcción de un poblado para leprosos. En 1951, recibe el Premio de la Paz,
de los libreros alemanes, y es nombrado miembro de la Academia de ciencias morales y
políticas. En 1953 recibe el Premio Nóbel de la Paz correspondiente al año 1952. Con el
dinero del promio le es posible cubrir con chapas onduladas las casas del poblado de
leprosos, con lo que resultan más duraderos.
En 1954 se inaugura el poblado, que lleva el nombre de "Village
Lumiere". Este poblado procura un poco de luz en la vida sombría de aquellas gentes
tan duramente probadas. Por algo dicen sus habitantes que para los enfermos ordinarios,
Albert Schwitzer ha construído un hospital, pero que a ellos les ha dado un hogar. Aquí,
de modo particular, se ha distinguido como Buen Samaritano.
El Premio Nóbel de la Paz se le entrega a Albert Schweitzer el 4 de
noviembre de 1954, en Oslo, premio que se le había otorgado en su ausencia. Aprovecha la
ocasión para atacar una vez más a la guerra, insistiendo en el hecho de que era inhumana
y el peor de los males. Este discurso fue impreso con el título "El problema de la
paz en el mundo de hoy" y, al cabo de los años puede comprobarse que no le falta
actualidad.
La amenaza de una guerra atómica hizo salir a Albert Schweitzer de la
reserva de que había dado prueba hasta entonces acerca de esos acontecimientos. E1 23 de
abril de 1957, lanza desde radio Oslo un "llamamiento al mundo" en favor del
cese de los experimentos atómicos. Las conversaciones sin resultados entre Estados Unidos
y Rusia le incitan, los días 28,29 y 30 de abril de 1958, por tras veces desde radio
Oslo, a intentar una vez más sacudir la conciencia del mundo. Esos tres discursos
aparecen en forma de libro titulado "Paz o guerra atómica".
Cuando se reanudan los experimentos atómicos, tras un paréntesis de
dos años, Albert Schweitzer, en colaboración con Bertrand Russel, Martin Niemoller,
Robert Jungk y otros, redacta un "Llamamiento a todos. Los experimentos atómicos no
contribuyen a la paz". Ese llamamiento fue publicado en la Pascua de 1962 Se
subrayaba que no existia Justiricacion para mantener una polución radioactiva de la
atmósfera y por todo el mundo. Con gran alegría suya, le fue permitido vivir por lo
menos el final de las prueLas de armas atómicas en la atmósfera Desgraciadamente, la
actualidad nos muestra que ese problema no ha encontrado todavía solución aceptable.
En 1959, Albert Schweitzer vuelve por cuarta vez a Lambaréné. El
hospital alberga en permanencia a unas 600 personas. El número de enfermos aumenta
constantemente.
E1 14 de enero de 1965 trae al nonagenario felicitaciones y buenos
deseos del mundo entero. Hasta mediados del mes de agosto puede gozar de ser todavía
dispuesto y alerta. Después, sus fuerzas declinan rápidamente. E1 4 de septiembre de
1965, a las once y media de la noche, se extingue. E1 5 de septiembre, a las tres de la
tarde, es enterrado, rodeado por toda la gente de la región.
Pero su obra y su pensamiento siguen dando sus frutos. Y esa realidad
se hará cada vez más preciosa a medida que los hombres meditan más en lo que escribió
un hombre joven después de una visita a Lambaréné: "No me llamo Albert Schweitzer
y no pienso en absoluto ver los periódicos hablar de mí, pero no consigo separarme de la
demanda: ¿dónde me espera mi Lambaréné?"
Los escritos dejados por Albert Schweitzer a su muerte y que ya han
sido publicados o que están en vísperas de serlo, nos muestran que su pensamiento sigue
siendo actual y sorprende al lector.
El hospital de Lambaréné ha quedado también como un vivo ejemplo de
ese cristianismo y de la acción que es origen de su creación. Quienes trabajan allí en
situaciones difíciles, que ofrecen sus servicios a quienes son menos felices, y los
generosos donantes que permiten el funcionamiento del hospital, muestran de modo
significativo que el llamamiento de Jesús a seguirle sigue siempre escuchado.
En una época en la que tantos hombres dudan del sentido de la
existencia y a duras penas pueden encontrar su camino, la vida y el pensamiento de Albert
Schweitzer pueden ser una ayuda preciosa.
El camino que conduce a una vida de plenitud, está abierto a todos
aquellos que se reconocen en esta definición de Albert Schweitzer, referida al destino
del hombre: "Su vocación consiste en ser, ya en este mundo imperfecto, un vector del
amor de Dios".
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