Empezaremos por decir que el cuarenta es uno de los números señalados en la Biblia como importante. Con este número se señala la terminación de un período depuratorio o etapa de transición.
Es la imagen de un proceso de confirmación de un cambio definitivo en el cual se ha depurado todos los vestigios contaminantes. En el orden material esto se conoce como "la cuarentena" tan utilizada cuando hay epidemias o peligros de contaminación. Espiritualmente los cuarenta días ratifican que el tiempo de cambio de las circunstancias de la conducta del hombre ha sido cumplimentado.
La etapa de depuración del cuerpo espiritual, su forma de conducta y sus ejemplos, quedan sujetos a un nuevo régimen de limpieza.
Con esta definición, analizamos la "cuaresma" estableciendo que los días de la reforma o suplantación de una conducta del hombre por otra más elevada, ha llegado. Con ello comienza la etapa del nuevo espíritu; y aunque el cuerpo queda postergado señalando que el hombre ya no seguirá escenificando la vieja norma de conducta, a su vez se inician los pasos para alcanzar la formación del cuerpo de Dios. Es pues "La Cuaresma" una puerta de entrada para los seguidores de las cosas de Dios donde la unidad de la fe será el final de esta vieja etapa que entra en cuaresma o cuarentena. Una vez cumplimentado el deseo de no volver nuevamente a las cosas pasadas y de depurar los errores del pasado como producto de lo no sabido, se manifiestan las condiciones de la fe del nuevo cuerpo espiritual con sus predicados para la posteridad.
Si se ha alcanzado el estado de comprensión necesario para tener el conocimiento de las cosas del espíritu, es necesario hacer el intento de mostrar al mundo estos principios renovantes.
II NIVEL
Para ello, la figura bíblica de Jesús con sus ejemplos de conducta y sus predicados representa el máximo exponente de perfección de la condición humana en todos sus aspectos. Así, el que copia y practica este ejemplo para su manifestación corporal, entra en un nuevo nivel del Espíritu que lo transporta a otro mundo; un mundo sólo perceptible a través de la nueva concepción de las cosas. Todo aquel que inicia el estudio de las escrituras y se percata que tiene en sí inclinaciones mundanas, debe considerar esta parte de su conducta como perteneciente al nivel carnal, ya obsoleto, y tomar las enseñanzas concernientes a su nueva persona como si él estuviera en lugar de Jesús, siendo instrumento del mismo espíritu que movió a Jesús en la antigüedad para convertirlo en el
HIJO DE DIOS.
De esta forma, el mensaje del hombre para sus semejantes ha de ser dirigido a que capte esta nueva actitud depurada. Que con ello aproveche el mensaje de la conducta de Jesús obrando en su cuerpo.
Así se manifiesta que el concepto de donde procede el sentimiento de unidad de la fe establece que al terminar su etapa carnal o mundana, debe comenzar la ruta de la promesa de vida eterna con relación a la meta final.
Debe permanecer "cuaresmal", hasta que pueda manifestar los nuevos niveles del espíritu del hombre haciendo el recorrido, depurando la carne y sus pasiones, eliminando los instintos irracionales del hombre por medio de sus reparos de conciencia.
Así queda en espera de la conquista de los niveles superiores del espíritu, para resurgir o renacer como en un nuevo mundo reformado en el alma.
NOTA: No debemos perder de vista la diferencia existente entre alma y espíritu.
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El espíritu no es más que una manifestación transitoria del alma. Los grado de transición ascendentes
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El alma es la condición permanente. Es la esencia divina, que sustenta la perfección de Dios; siendo la imagen y semejanza que el hombre aún no ha alcanzado a manifestar mientras está transitando los niveles corporales, donde es el espíritu el que sustenta la vigencia y los cambios
III NIVEL
Ahora bien: Con tres niveles se ha de manifestar el hombre como HIJO DE DIOS:
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El nivel de la carne (Naturaleza animal instintiva, irracional)
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El plano del espíritu Condición racional meditativa con grados a escalar.
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El VERBO o realme del alma (reinado de manifestación divina del Espíritu Santo mostrando la imagen de Dios para el hombre)
Esto es visible solamente en el hombre que decide buscar a Dios, ya que inmediatamente que comprende la vanidad de las cosas materiales trata de elevar su condición dentro de un nuevo espíritu de cosas.
Después de esta "cuaresma" o etapa de depuración espiritual, surgen nuevos estados ideales. Estos son los nuevos GRADOS O ESTADOS a escalar.
Este alejamiento del hombre, siendo sepultado para el mundo, lo coloca en el punto de ser admirado de tal manera que lo presenta ante los demás como si esta forma de ser fuera inaccesible no alcanzable; o hasta inútil para los no entendidos de las cosas de Dios
IV NIVEL
Ya establecimos que las tres características que están representadas por los patriarcas en la Biblia son la base de la conducta del hombre para alcanzar su estatura plena:
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La fe (Representado por Abraham) Entrega absoluta sin miramientos.
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La dedicación y el esfuerzo ( manifestado por el sacrificio de Isaac)
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La depuración y superación. (La lucha del hombre contra sí mismo para convertirse en Israel)
La tendencia mágico-religiosa del mundo se manifiesta de forma tal que siempre ha estado de acuerdo con aceptar la forma cuantitativa de crecimiento. De esta forma la cantidad resulta ser lo más importante y tiende a establecer que "hay que crecer de cualquier manera". Esto, en definitiva, hace que se pierda el sentimiento de reforma o evolución del espíritu en el sentido ascendente y cualitativo. Siendo entonces la cantidad superior a la calidad.
Podemos decir que con las influencias de la raíz del mundo interpretando los principios de la Biblia para acomodarlos a sus deseos, se formó una especie de convicción de que el hombre no podía escalar los grados más elevados del espíritu, éste se justificó a sí mismo diciendo:
"Bueno, yo no soy Jesucristo…" Surgió la conformidad de poner a dormir el concepto de reforma espiritual en la misma condición en que se habían colocado las bases de la formación del espíritu del hombre
Al enterrar en la cueva de Macpela a los patriarcas, símbolo grandioso y clarificador de la Biblia, se les dio un compás de espera a esos sentimientos hasta tanto se presentara "el pacificador", el concepto mesiánico que permitiría al hombre la posibilidad de llegar a ser HIJOS DE DIOS por medio del Espíritu Santo.
Desde ese momento quedó en reposo
Abraham, la fe,
Isaac, la dedicación, e
Israel, el deseo de dominar los reclamos de la carne.
Hay que remover las piedras de esas cuevas, y constatar el sudario vacante que anuncia la liberación del Espíritu Santo de Dios resurrecto y listo para invitarnos a la cena de su Pan y de su Vino que son las arras de nuestro desposorio eterno.
Hay que beber su sangre y comer de su cuerpo para alimentar y embriagar nuestro espíritu hacia las alturas del Espíritu Santo manifiesto en la presencia de Jesús. Él es la muestra que Dios nos brindó de cómo debe ser la naturaleza humana perfecta. Debemos vestirnos de Cristo al igual que Jesús se vistió en su entrega a Dios al decir: "¡Padre! En tus manos encomiendo mi Espíritu"
Estos son elementos imprescindibles para la resurrección del espíritu y para la definitiva manifestación del alma divina en el hombre.
La preparación para alcanzar ese estado requiere ascender al monte de Dios y experimentar la cuaresma del espíritu, donde por una parte se nos presenta la oferta del mundo y sus grandezas y poderes, frente a la decisión de abandonarlo todo a cambio de la gloria de entregar el espíritu a Dios sin reparos de conciencia.